Durante la segunda mitad del siglo XX se vivió una de las situaciones más extrañas - y peligrosas - a las que se haya enfrentado la humanidad. Con el desarrollo de las armas nucleares y su producción en masa por parte de dos superpotencias enfrentadas surgió un nuevo orden mundial. No era la primera vez que dos potencias se enfrentaban por conseguir la hegemonía, sin embargo esta vez había una diferencia fundamental. La posesión de un arsenal nuclear de grandes dimensiones garantizaba que un enfrentamiento directo entre las dos no acabaría con un bando vencedor, sino con dos perdedores. Bueno, y con el mundo literalmente destruido. El desarrollo de la estrategia de la destrucción mutua asegurada implicaba que si alguna de las dos potencias iniciaba un ataque nuclear, la otra sería capaz de responder con un contraataque igual de devastador, lo que garantizaría que tanto el atacante como el atacado - y el resto del mundo - acabarían destruidos.
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